miércoles, 27 de abril de 2011

Poll on national identity

Una estadística apócrifa, pero considerablemente reveladora, estima que un 90% de los guatemaltecos que apasionadamente se autodenominan fanáticos de los equipos de futbol Real Madrid C.F. y F.C. Barcelona serían incapaces de señalar las ciudades que acogen como sede a estos clubes en un mapa de la Península Ibérica; el espíritu fanático de otro 5% es de dudosa procedencia, y el 5% restante (el más privilegiado) podría apenas reclamar una ascendencia española cuyo tronco común data, como mínimo, de hace tres o cuatro generaciones.

El mismo sondeo también estima que al 80% del conjunto de aficionados españoles de nacimiento de ambos clubes poco o nada les importan sus contrapartes en la América Central, y que 12 de los 24 jugadores que componen la plantilla del primer equipo del Real Madrid y 12 de los 21 jugadores que componen el primer equipo del Barcelona, difícilmente podrían señalar la ubicación de Guatemala en el mapa de América.

martes, 26 de abril de 2011

Mi amigo invisible

Acabo de finalizar una serie de operaciones matemáticas, más rudimentarias e intuitivas que exactas, y el resultado me ha dejado perplejo. Calculando que debo pasar, cuando menos, una hora y media cada día frente al volante de mi automóvil, descubrí que la suma total de las horas que dedico a rodar sobre el asfalto a lo largo del año equivale a poco más de dieciséis días. ¡Carajo, dieciséis días! ¿Cómo avergonzarme, pues, de confesar que los sobrevivo gracias a la compañía de mi amigo invisible?
Desde el interior del automóvil, mi amigo invisible (que hace de copiloto) y yo, asistimos cada día al espectáculo de la autopista, que se nos va desvelando constantemente al otro lado del parabrisas. ¿A dónde van con tanta prisa tantos hombres y mujeres? Los vemos afeitarse o acicalarse el rostro frente al espejo retrovisor mientras avanzan entre la multitud de vehículos. Los vemos sorber el café matutino, prender un cigarrillo y hablar por el celular. Lo hacen todo al mismo tiempo y con una sola mano –con la otra se aferran al timón y, según se los demande la prisa, hacen sonar el claxon. “¡Cuidado!” me advierte el compañero, “allá viene otro temerario derrochando su repertorio de maniobras suicidas.” Mi amigo invisible y yo, que no somos tan pretenciosos, dejamos que el intrépido avance y retomamos la conversación del día.
Uno de nuestros pasatiempos preferidos consiste en imaginar que los otros conductores también tienen amigos invisibles (insisto en que estar solo dentro de un automóvil equivale a una doble soledad). Así, mi camarada y yo jugamos a recrear lo que los otros conductores se dicen con sus amigos invisibles. “Mirá,” me dice, “ese del auto de al lado se parece a Juan José Millás. Qué digo, es Millás en persona.” Yo no sé si ese tal Juan José Millás conduce un Dodge, pero me queda claro que de nosotros dos, mi amigo invisible es el único “culpable de literatura, de fabricaciones irreales,” como decía Cortázar. “Esta es una fácil,” continúa, “seguro que ahora le repite a su amigo invisible lo mismo que alguna vez le leí:” No sabemos qué cosas unen y qué cosas separan. Las vías de circunvalación, que tan cerca nos ponen lo lejano, nos alejan de nuestros vecinos de enfrente, a veces también de nosotros mismos.
“Ves,” concluye ufanamente, “si Millás no estuviera tan lejos, en la jurisdicción del carril vecino, llegaría hasta él y le pediría un autógrafo.”
El Dodge se aleja todavía más, se une al carril que corre a su derecha y deja entre nosotros una galaxia de hormigón que nos separará por siempre y para siempre. “Lo ves,” vuelve a decirme el camarada, “como nosotros los amigos invisibles nunca estamos delante del volante, sabemos más que los conductores de las cosas que nos unen y de las que nos separan.”

viernes, 2 de abril de 2010

No te olvido, amigo

Habrá quien te vea entrar
en la vida, como esta madrugada
yo te he visto salir de la muerte

Te recibirán mil hombres de colores
brillantes bajo la luz de un dios de mediodía

Se ha marchado un hombre
una voz, una palabra

Y has tenido suerte, compañero
de no conocer ni cristos ni azares

Te has marchado, solo y hombre
con el puño ensangrentado

Te has marchado, compañero
con un sueño en la alborada

Habrá quien te vea entrar
en la vida, como esta madrugada
yo te he visto salir de la muerte

Nadie supo de tus odios y tus cantos
sin que vos fundieras tu mirada,
tu mirada lenta y espectral
como un clamor de futuro,
con la rabia abierta como llaga del espanto

Te recibirán mil hombres de colores
brillantes bajo la luz de un dios de mediodía

Te cobijará una madre y otra patria
y un recuerdo del olvido

Se ha marchado un hombre
una voz, una palabra

Se ha marchado un hombre
un olvido, un odio eterno,
un amor y una esperanza rancia

Y yo no puedo escribir.

No quiero.

Se ha marchado un hombre
y vive allá un amigo

No te olvido
Dios ha muerto y vive allá un amigo

No te olvido, amigo.

A Javier Salazar: porque no te olvido, amigo.
Santa Ana, California
14 de marzo del 2009.